En el corazón de Los Monasterios, me encuentro yo, un majestuoso chalet que fusiona con maestría la esencia de la tradición, el buen gusto y la calidad, delineando un auténtico hogar de aquellos que hoy son joyas escasas.
Primero quiero que sepas mi pequeño secreto: tengo tanta extensión que probablemente si te quedas conmigo puedas segregar y construir lo que tu imaginación cree. Con aproximadamente 980m2 distribuidos en una parcela de 3000m2, soy un oasis de elegancia que se despliega con la planta principal y tres semiplantas.
Cuento con 3 habitaciones y dos baños en la zona principal, donde los suelos de mármol dan la bienvenida a una experiencia de vida única. Cada rincón, cada detalle, es una sinfonía armoniosa de estilo y distinción. A esto se añade otra planta con otras 3 habitaciones y dos baños.
En la zona principal de la casa, dos amplios tragaluces con mando a distancia introducen el juego de luces y sombras, transformando cada instante en una experiencia sensorial. Cada habitación, un santuario privado, se abre a terrazas que regalan vistas a la naturaleza circundante. La carpintería de madera de roble, testigo silente de historias, se enriquece con armarios que son capítulos de una vida bien vivida.
Mi sótano, una zona rústica con salida estratégica al jardín y la piscina, es el escenario perfecto para reuniones familiares. Chapada con la noble madera de ‘iroko’ y pavimentada con suelos de barro cocido, esta área alberga una cocina que invita a la creatividad culinaria, dos baños y una bodega con una puerta hidráulica que guarda secretos y tesoros. Además cuento con un amplio garaje que dispone de 5 plazas de aparcamiento.
El arte culinario encuentra su expresión en un paellero, una barbacoa y un horno moruno que se integran de manera armoniosa en los jardines que enmarcan la piscina.
También cuento con un apartamento independiente de 85m2, diseñado con esmero para acoger a invitados o servicio. Un espacio que encierra un salón/comedor impregnado de luz, una cocina que despierta los sentidos, dos habitaciones íntimas y un baño que recibirá muy bien a sus habitantes.
Por último, mi jardín marca un antes y un después pues en él habitan magnolios, algarrobos, un limonero y palmeras, guardianes verdes que dan la bienvenida con sus hojas esculpidas por el viento y escoltan la serenidad del jardín mediterráneo. Cada paso en mi jardín, es un viaje a través de las estaciones, una experiencia que transcurre entre la calidez del sol y la sombra fresca, entre el aroma de las flores y el susurro de las hojas.
Así soy, no es solo una morada sino una obra maestra que despierta los sentidos, celebra la vida y rinde homenaje a la belleza en cada rincón.